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El Zastava 750 (Topolino)

Updated: Oct 14, 2021

“El Chipilín”

Narración N° 9


Tum..Tum,…Corrí a abrir la puerta de la casa y me estremecí al enfrentarme con una cara gruesa, colorada y encañonada; no le cabía una peca más. Ojos pterigiones que casi ocupaba las córneas. Una mandíbula que sobresalía de los cachetes. Labios secos y cuarteados. Era un Policía de Tránsito, de más o menos 1.80 mts. de estatura. En su abnegado uniforme no le cabían las condecoraciones.

-----Soy el fiscal (Fulano de tal) -Se presentó así mismo, con voz fuerte y poco entendible, como les enseñan en los cuarteles-

Ya todos los Barranquilleros de antaño saben de qué policía estoy hablando porque era el terror en esa época; era conocido con el alias de “El Pecoso”. El edecán de las reinas del Carnaval. El que recibía los personajes políticos en aeropuerto Ernesto Cortissoz, abriendo vías con una sirena instalada en una potente moto Hardley Davidson.

Pidió que me identificara, y luego dijo:

----- “¡Encontré su juguete!” -No salía de mi sorpresa por la gran confusión dentro de la cabeza- “¡Cámbiese rápido y lo espero acá afuera!”

Quede más sorprendido al oírle decir lo que me parecía un despropósito:

-----“¡Oiga bien lo que le digo, porque a lo mejor llegamos y no lo encontremos!” -No esperó que hablara y caminó con pasos firmes calzando con unas botas hitlerianas, al frente de la casa donde me esperaría-

Mientras me cambiaba coordiné todo, y me dije concentrándome en mis conclusiones:

------ “¡Mierda,…seguro encontraron el Topolino!”

El Fiat Zastava 750, año 1979 se lo habían robado en unas de las calles que rodean el Centro Cívico de Barranquilla, mientras hacia una diligencia en esas oficinas públicas dos días antes.

Salí apresurado de la casa acuñándome todavía la camisa en la pretina del pantalón y ajustando el cinturón. Vi al policía montado en una Hardley Davidson de tamaño heroico y monumental como su conductor, esperándome muy impaciente.

Jamás en mi vida había trepado en una moto y ni por allí en una Hardley que solamente conocía en las películas.

“El pecoso” era el sobrenombre como lo llamaban todos los Barranquilleros al temible policía, experto en poner multas y desempeñar el papel de anfitrión en todos los actos públicos, edecán de las reinas del Carnaval y en recibir personajes foráneos.

____”! Móntese rápido ¡” –me ordenó-

Arrancó a toda velocidad, sin darme tiempo de localizar las agarraderas. Alargué los brazos hasta donde me dieron y abrase la mitad de la gruesa cintura del policía. Una cilindrada tan poderosa empezó a desplazarse perseguida de un ruido de guerra.

------“! Agárrese duro ¡” -me advirtió, empleando un tono imperioso-

Muy evidente que este hombre estaba acostumbrado a impartir órdenes. Era en ese momento la autoridad, y las autoridades en Colombia son así, dan órdenes para obedecer sin derecho a chistar.

Para no salirme de la moto que aumentaba su cilindraje por aquello de la fuerza de reacción, abracé con más fuerza pegando mi cuerpo a su espalda. Sentí el fogaje y toda clase de olores que brotaba de la robusta espalda lleno de sudores antiguos. También el temblor de sus adiposidades que obedecían las vibraciones del poderoso motor. El mío, por supuesto se estremecía el doble al recibir el de la moto y el del policía. Un presentimiento rondaba en mi cabeza desde el mismo momento que lo abrace por su cintura, y le afirmé mi pecho y media cara a su espalda.

Bajamos por Olaya Herrera con el beneplácito de la gente que nos veían pasar. Cuando llegamos al paseo Bolívar y recorrerla para llegar a las tenebrosas calles de la “Zona Cachaquera” allí la gente empezó a lanzarnos piropos de doble sentido. Inmediatamente note la incomodidad del “Pecoso” por sus movimientos de fastidio y desquite que hacía contra mí. El policía tenía el convencimiento de que las miradas, los piropos y silbidos de los transeúntes registraban aquel inesperado abrazo que le daba el parrillero. Además resultaba claro que no estaba acostumbrado a que otro hombre lo abrazara por detrás. Mucho menos en horas de servicios con semejante uniforme y esa potente Hardley.

Cuando ya no pudo contenerse volteó el grueso cuello hasta donde le pudo permitir la grasa, y con voz de cuartel me gritó:

------“¡Oigaa amigoo, déjese de vaina no me abrace!” –voltio la cara nuevamente para atender la dirección de la moto, y gritó más duro contra la brisa- “¡ Es mejor que se agarre de las argollas que están abajooo !”

Finalmente llegamos a un patio en la “Zona Cachaquera” que funcionaba como parqueadero a los grandes camiones que salían para el interior del país. Efectivamente, vi al “Chipilin” trepado en la carrocería de un pesado camión antioqueño, que posiblemente partiría por la madrugada.

Como era menester y antes que el “Pecoso” me dijera cualquier cosa, metí la mano al bolsillo y le entregué lo que le correspondía en agradecimiento.

------¿Qué es eso? –Me preguntó haciéndose el bobo.

-----Es por su amabilidad.

-----Aaaa,… -Luego me aconsejó- Bueno amigo vaya y ponga un denuncio contra ese camión.

Yo no quería más problema. Prendí mi “Chipilín” y me fui contento para la casa.

Seguí viendo al Policía de Tránsito en lo que más le gustaba hacer, y era la de acompañar con su imponente Hardley Davidson a las reinas del Carnaval en los desfiles de las carrozas por la vía 40.

Sigo todavía recordando aquel suceso del robo y el rescate del Topolino cuando veo por T.V una moto Hardley. Sobre todo las películas “Easy River” y sus protagonistas Dennys Hopper y Peter Fonda, o aquellos Heppy sembrando el terror en las calles de la United States trepados en esas motos.

Di gracias a Dios por devolverme mi Fiat Zastava 750–Topolino. Un carro yugoslavo (Ahora Serbia) fabricado bajo la licencia o representación de la Fiat.

Autor:



Hermán Cudris Castañeda.

Julio 10, 2019


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